Muchas veces la medicina y el mundo de las drogas han estado ligados por el mal uso que se ha hecho de algunos medicamentos. Y es que, en ocasiones, no han faltado los que han visto una oportunidad de dar a ciertas sustancias médicas un uso recreativo. Esto ha llevado a la difusión y generalización de nuevas drogas con los peligros que ello conlleva. Este es el caso de la ketamina, un anestésico empleado en medicina y veterinaria que ya lleva años siendo consumido también para fines recreativos. Entre sus efectos encontramos alucinaciones y un estado de profunda relajación. Entre sus perjuicios, su capacidad para generar una adicción.
Historia de la ketamina
Esta sustancia psicoactiva se sintetizó por primera vez en 1962 para ser utilizada con fines médicos. Actualmente, se usa en anestesia especializada, sobre todo en pacientes pediátricos, veterinaria y medicina de campaña. Además, su perfil de seguridad la ha convertido en un anestésico de elección en zonas del mundo donde el acceso a equipamiento de resucitación es limitado. La ketamina también puede ser útil reduciendo el dolor postoperatorio, así como para tratar el dolor después de accidentes o quemaduras.
Se ha sugerido que el desarrollo de la ketamina como sustancia de abuso en Estados Unidos se inició con veteranos retornados de la guerra de Vietnam que habían experimentado sus efectos en el campo de batalla. Posteriormente, empezaron a aparecer descripciones de casos de abuso entre profesionales de la salud. Sin embargo, su uso recreativo no se popularizó hasta mediados de los años noventa, coincidiendo con una caída de la pureza de la cocaína que se distribuía en occidente. Esta popularidad también se dio por el ascenso de la cultura de club, y sobre todo de las fiestas rave, asociadas a un auge de la música electrónica de baile.
Su uso como droga
La ketamina se puede administrar de forma efectiva por varias vías como intranasal, intravenosa o subcutánea. Su presentación farmacéutica es en forma de líquido inyectable. En su uso como sustancia lúdica la vía más utilizada para su consumo es la intranasal, esnifándose de manera similar a la cocaína. En la calle se la conoce popularmente como “special K” y se puede encontrar como polvo, líquido, cristales, pastillas o cápsulas. A veces, puede estar mezclada con otras sustancias como efedrina o cafeína.
Por reglas generales, la dosis psicoactiva media es aproximadamente una quinta parte de la dosis anestésica habitual. Una típica dosis intranasal oscila entre los 25 y los 400 mg, mientras que las dosis para consumo oral serían más elevadas. A los 10-20 minutos del consumo, dependiendo de la dosis, comienzan a presentarse sus efectos, con tiempos distintos para cada uno de ellos. El tiempo de duración total de los efectos del consumo sería alrededor de las dos horas. Sus efectos dependen de la composición, la dosis, el contexto en que se consuma y las características del consumidor (peso, edad, etc.). La ketamina se metaboliza en el hígado y se elimina por la orina.
Efectos del consumo de ketamina
Los efectos que experimenta la persona que toma esta droga dependen, como decíamos antes, de las características del propio individuo. Aunque dichos efectos pueden presentarse a los 15 minutos de haber consumido, la recuperación total del cuerpo no es efectiva hasta uno o dos días después. Al tratarse de un analgésico, el consumidor que está bajo sus efectos no tiene sensación de dolor. Esto tiene el riesgo asociado de que la persona podría herirse de importancia y no notarlo. Los efectos producidos por la ketamina son:
- Alteración de la conciencia. Esto puede provocar desorientación y pérdida de la noción del tiempo.
- Por ejemplo, el consumidor puede percibir sensación de flotación y salirse del propio cuerpo. Esta experiencia puede ser vivida como positiva y espiritual o como negativa y aterradora por la sensación de estar abandonando el cuerpo. En este caso, hablaríamos del “mal viaje”.
- Desinhibición
- Ataques de pánico y ansiedad
- Episodios psicóticos
- Convulsiones, vómitos y diarrea
- Amnesia
- Efectos fisiológicos. Provoca broncodilatación y aumenta la presión sanguínea. En dosis altas también puede producir paradas cardio-respiratorias.
Una persona que haya consumido ketamina puede quedar en estado de inconsciencia. En estos casos, es mejor no darle estímulos ni visuales ni táctiles, ya que pueden incrementar los síntomas negativos. Un consumo de la sustancia a partir de los 60 o 70 mg puede considerarse como sobredosis. Aun así, esto es aproximativo ya que nunca se puede conocer la pureza de esta droga porque muchas veces está adulterada con otras sustancias. Los efectos a corto plazo pueden ser graves e imprevisibles y, a la larga, se pueden producir efectos cerebrales irreversibles.
A un solo paso de la adicción
Como se apuntaba al inicio de este artículo, la popularización del consumo de ketamina ha estado desde un inicio muy estrechamente ligada a escenas de música electrónica. La NIDA (National Institute of Drug Abuse), centro que depende del Departamento de Salud de los Estados Unidos, incluyó en su primer informe sobre la cuestión a la ketamina entre las “drogas de club”. Otras sustancias de este tipo serían el MDMA, el LSD o la metanfetamina. Generalmente, el consumidor de ketamina se iniciaría en esta droga en la década de los 20 años. Es frecuente que antes haya pasado por otras sustancias de abuso y en contexto de un policonsumo activo.
La ketamina provoca dependencia psicológica y, a la larga, física. También produce tolerancia, es decir, que el individuo tiene que ir aumentando la dosis para conseguir los mismos efectos. Además, esta droga tiene un elevado riesgo de adicción. Los datos que llegan de diversos países occidentales indican un incremento progresivo en el consumo de ketamina desde mediados de los noventa hasta finales de los 2000. Aun así, estos datos no llegan a acercarse a las prevalencias de consumo de drogas más clásicas. Sin embargo, eso no quita que nos encontramos ante una de las drogas más adictivas que existen cuyos riesgos no podemos ocultar. Frente a una conducta adictiva la solución pasa por un tratamiento para recuperar el control sobre uno mismo.