Después de largos periodos en los que el consumo de determinadas sustancias es recurrente e incluso abusivo en algunos casos, el paladar se deteriora (tal como pasa con el aspecto físico) y deja de apreciar los sabores. Por lo tanto, una buena alimentación durante el tratamiento de las adicciones es clave. No solo para volver a disfrutar comiendo, sino para crear también un hábito saludable.
El alcoholismo puede llegar a causar deficiencia nutricional que provoca anemias y problemas neurológicos que comportan ciertos desequilibrios. Estos desequilibrios pueden llegar a derivar en hipertensión arterial, diabetes, cirrosis o desnutrición en los casos más avanzados.
El consumo de otras drogas como la cocaína o la heroína puede hacer que las personas consumidoras estén despiertas durante periodos de tiempo más largos de lo habitual. Por lo tanto, existe también un mayor riesgo de padecer deshidratación o desequilibrios nutricionales.
El consumo de marihuana, por otra parte, puede hacer que las personas consumidoras tanto bajen de peso, como que incluso ganen más. Esto se debe a que puede aumentar el apetito de las personas adictas, creando la necesidad de ingerir grasas y alimentos calóricos.
Lo importante, es que durante el tratamiento de las adicciones, independientemente de la sustancia de la cual se trate, la persona adicta sea capaz de ir recuperando poco a poco el hábito de comer e hidratarse correctamente; y además, que lo haga de forma saludable. Una dieta sana y equilibrada favorece a la recuperación, ya no solo a nivel físico sino que también mental. Por lo tanto, igual que pasa con la práctica de deporte, dedicarle tiempo a los hobbies, etc., llevar una dieta sana puede ayudar a las personas adictas a que la recuperación sea más llevadera y construir el hábito que ayudará también a mantenerse fuertes ante posibles recaídas.
